Caminante son tus huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino se hace camino al andar

Al andar se hace camino y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar
Caminante no hay camino sino estelas en la mar...

A. Machado

Caminando a Santiago, jornadas 1 - 2

        Como nuestro camino es demasiado largo hemos decidido dividirlo en distintas etapas, por ello aquí mostraremos sólo las primeras cuatro paradas de nuestro periplo.



      La primera parada que hemos realizado es la correspondiente a la jornada de Puente la Reina - Nájera, que se encuentra en la provincia de Navarra, los cuatro nos sorprendimos al ver el Puente románico del pueblo Puente la Reina construido en el s. XII y situadosobre el río Arga, este es uno de los puentes medievales mejores y más famosos de todo el Camino de Santiago. Realizado en piedra, presenta seis ojos de medio punto entre estribos horadados, en su parte superior, por pequeños arquillos. Todavía conserva la puerta que lo comunicaba con el recinto urbano. En el medio del puente existió una capilla en la que se veneraba una escultura de la Virgen, de su cuidado, según la tradición, se encargaba un «chori» o pájaro, que la lavaba con agua del río. La imagen se trasladó en 1834 a la iglesia de San Pedro.
       Dentro de esta fantástica jornada encontramos otra manifestación románica que nos pareció oportuna citar, se trataba del Monasterio de Yuso y Suso, que se encuentra en San Millán de la Cogolla dentro de la comunidad autónoma de La Rioja, construido en 1053. 
        El monasterio de San Millán de la Cogolla fue uno de los centros espirituales más importantes de Castilla. Constituido a partir de un eremitorio rupestre y de la aureola mística de Millán, verdadero aglutinador de la primitiva comunidad monástica, su primer asentamiento se conoció como de Suso («arriba»). Con el apoyo de los monarcas navarros primero y castellano-leoneses después, se constituyó en el primer santuario de peregrinación de la comarca. La fama de los milagros realizados por el santo-patrón creció con el tiempo y muchos peregrinos, cuyo destino final era Compostela, se desviaban de su itinerario para venerar sus reliquias. A mediados del siglo XI la importancia de la institución era muy considerable y la comunidad había aumentado de tal modo que fue necesario el traslado a un nuevo edificio realizado en el fondo del valle: el llamado monasterio de Yuso, del cual no se conserva su iglesia primitiva y su claustro, románicos ambos; su nave gótica es de finales del siglo XV y su claustro, muy amplio, es gótico en su parte inferior y clasicista en la superior; tiene grandes medios puntos en los que el pintor José Vexes trazó en el XVIII episodios de la vida de San Millán. En este periodo uno de sus monjes, el futuro Santo Domingo, fue colocado a la cabeza del monasterio castellano de Silos. Este esplendor se tradujo en el desarrollo de una importante actividad del escritorio monástico, algunas de cuyas producciones han llegado hasta nosotros. Asimismo, se financió la realización de un arca de marfil para dignificar las reliquias del santo trasladadas al nuevo templo. A esta arca se sumó otra antes de que acabara el siglo, la de San Felices. Ambas fueron descompuestas y las piezas que no se perdieron, los llamados marfiles, se encuentran dispersas en distintas ciudades del mundo. Entre las producciones posteriores destaca la realización una nueva sepultura a San Millán a comienzos del siglo XIII. En esta misma centuria es notable la presencia entre sus muros, como notario del abad, de un personaje clave para nuestra cultura: Gonzalo de Berceo. La iglesia del monasterio de Suso pertenece a la primera época del monasterio y fue construida con un estilo prerrománico. Al igual que el templo inferior de San Juan de la Peña, presenta planta de dos naves separadas por un intercolumnio de arcos de herradura. En época posterior fue ampliada hacia occidente con arcos de medio punto. La nave septentrional comunica con el eremitorio, mientas que en la meridional se dispone un pórtico en el que se conservan algunos sepulcros sobre los cuales, en el siglo XVI, se fundamentó la Leyenda de los siete infantes de Lara.
          Continuamos con nuestro camino y pasamos de jornada a la segunda, que se correponde con la de Nájera - Burgos, allí, en Redecilla del Camino nos encontramos con una Pila bautismal románica del s. XII realizada en piedra blanca sin bruñir.

          A los pies del lado de la epístola de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Camino se encuentra el baptisterio, que alberga uno de los mejores ejemplares de pilas bautismales románicas conservados en la actual provincia de Burgos. La pila, alzada sobre un pie formado por ocho semicolumnas adosadas a un núcleo circular, tiene forma de copa con embocadura lobulada. La decoración se compone únicamente de estructuras arquitectónicas caladas por multitud de ventanales. Estos ventanales se distribuyen en cuatro pisos, separados entre sí por medio de finas impostas con motivos perlados y de entrelazos. Esta ciudad imaginaria queda defendida por ocho torreones semicirculares en altorrelieve, que coinciden con cada uno de los lóbulos de la embocadura. También defienden la ciudad ocho matacanes coronados con cubiertas triangulares, en lo que constituye en una representación simbólica de la Jerusalén Celeste.

         Tras ver tantas maravillas decidimos seguir con nuestro periplo, por ello llegamos a Burgos, donde nos encontranos con el  Monasterio románico de Santa María la Real de las Huelgas construido en 1189. Contaremos algo de su historia, hacia 1180 el monarca castellano Alfonso VIII y su esposa Leonor Plantagenet decidieron fundar un monasterio de monjas cistercienses. Aquella fundación, dependiente en principio del monasterio de Tulebras (Navarra), desde 1187, por deseo de los reyes, se convierte en casa madre de todas las abadías femeninas en territorio de Castilla y León. Fue, además, escogida como panteón real. Es Santa María la Real de las Huelgas una auténtica ciudad-monasterio, muy próxima al Hospital del Rey y situada, prácticamente, sobre el Camino de Santiago en su salida hacia Palencia. Las distintas construcciones se articulan en torno a dos claustros. El más antiguo, tardorrománico, se conoce con el nombre de Claustrillas. A él se abrirían en origen las primitivas dependencias monásticas. Las arquerías claustrales se han relacionado con un maestro Ricardo, al que Alfonso VIII paga, en 1203, por su trabajo en las obras del monasterio. En el ángulo nororiental se encuentra la capilla de la Asunción, resto de la iglesia primitiva, más tarde remodelada. Este primer conjunto claustral debió de levantarse a lo largo de las dos últimas décadas del siglo XII y forma hoy parte de la clausura monástica, de manera que permanece cerrado al visitante. Muy cerca se encuentra la capilla de Santiago. Poco después comenzaron las obras de la iglesia actual, con el anexo claustro de San Fernando. 
          La iglesia, de grandes dimensiones para lo que es habitual en una abacial femenina, cuenta con tres naves, largo transepto y cinco ábsides en la cabecera (poligonal, el central, y rectos, al exterior, los laterales). Todos se cubren con bóvedas de nervios. Los sepulcros de la familia real castellana se distribuyeron por las tres naves. Al norte de la iglesia se dispuso un atrio y una capilla funeraria dedicada a san Juan. A lo largo de todo el muro perimetral de este lado se desarrolla un pórtico que aloja monumentos funerarios; algunos pertenecen tambiAl sur se levantó el claustro, junto con las dependencias necesarias para la vida de la comunidad organizadas en torno a las galerías claustrales. Hacia el este, se construyeron la sacristía, el paso a la huerta y la sala capitular. Esta es la dependencia más llamativa, con cuatro esbeltos soportes circulares en el centro sobre los que voltean nueve tramos de crucería a gran altura. Toda la panda occidental estaba ocupada por una enorme cilla (bodega o almacén), hoy Museo de telas. Quedan también restos de la sala de monjas, refectorio, y muros perimetrales de cocina y calefactorio, en la panda meridional. Otra construcción destacable es la capilla del Salvador, al suroeste.
       También en Burgos nos dejamos cautivar por su catedral gótica construida en 1221. La catedral que hoy vemos —muy distinta a la que contemplaron los peregrinos del siglo XII— es el resultado de diferentes campañas de construcción que se sucedieron a lo largo de los siglos, desde 1221. Esta fecha corresponde a la solemne ceremonia de colocación de la primera piedra. Tal acto, presidido por el obispo Mauricio y por el rey Fernando III, simboliza el comienzo de las obras. Previamente, había existido una catedral románica de menores dimensiones. En 1219, aquella antigua sede catedralicia fue escenario de la boda del monarca con la princesa alemana Beatriz de Suabia; pero, desde finales del siglo XII, ya se consideraba pequeña e inadecuada para la categoría de una ciudad que acogía a la corte y que gozaba, además, de una importante actividad comercial. Fue por ello que se decidió su sustitución por otra más amplia y moderna, tarea que no se pudo acometer hasta la fecha indicada, gracias al patrocinio regio y al impulso de un obispo que conocía muy bien la arquitectura europea de la época. Al final del siglo XIII, la planta de la catedral constaba de un brazo longitudinal de tres naves, cuyos tramos estaban cubiertos por bóvedas cuatripartitas con ligadura longitudinal (modelo que alcanzará gran difusión en el gótico burgalés), más otra de transepto. La cabecera se componía de una capilla mayor poligonal de cinco paños, rodeada de una girola de otros tantos tramos trapezoidales y capillas semidecagonales, de las cuales sólo subsisten dos, muy transformadas. Entre el polígono del ábside y el transepto se interponen tres tramos —en ellos se ubicaba el primitivo coro—, flanqueados por el mismo número a cada lado, y sendas capillas cuadradas abiertas al transepto; de estas sólo queda la del lado norte (San Nicolás).
           Tres imponentes fachadas, la de los Apóstoles o Coronería al norte, la del Sarmental al sur, y la de los Reyes o Perdón al oeste, al modo de las catedrales clásicas francesas, limitaban su perímetro al exterior. Cuenta además con un claustro organizado en dos pisos, que se empezó a levantar a finales del siglo XIII. El núcleo original de la nueva fábrica es, por tanto, gótico (hacia el 1300 su imagen está ya configurada en lo esencial) pero a él se fueron añadiendo espacios, elementos y objetos artísticos de la más diversa índole, cuyas características formales se adecuan al lenguaje propio de cada momento. Destacan, entre otros, la capilla del Condestable, la de Santa Ana (con un magnífico retablo), el cimborrio sobre el crucero, el trasaltar, o la Escalera Dorada de Diego de Siloé, sin olvidar su emblemático Papamoscas.